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El eterno aprendiz de Sentmenat

Las omisiones de Vargas Llosa en Kosmopolis

Vamos a estrenar la sección de política, a ver si animo un poquito la cosa.

Asistí, en calidad de fotógrafo de Gigamesh, a varias de las conferencias y mesas redondas del festival literario Kosmopolis, al que hay que darle una nota alta por conseguir acercar mucho más que, por poner un ejemplo a bote pronto, una HispaCon, la literatura al público general. Espero escribir dentro de poco un artículo sobre el festival en sí, pero una de las cosas que las que me urge dejar constancia es la impresión que me causó la conferencia sobre la guerra que ofreció Mario Vargas Llosa.

No, la impresión no fue positiva, precisamente. Su discurso justificó la presencia de tropas occidentales en Irak, a pesar de que las razones esgrimidas no fueran las "correctas" (la acotación es suya) para evitar dejar el país en manos de los grupos terroristas que lo sumirían en la barbarie.

Su discurso, en todo momento, fue impecable, perfectamente enlazado. Pero me esforcé en buscar las omisiones que invalidasen sus conclusiones. Quienes no lo lograron y creían ciegamente en la injusticia de la guerra (o sea, se basaban más en su fe por la paz que en el razonamiento para censurar una guerra motivada por intereses geopolíticos y económicos), a mi entender, fueron los que increparon, silbaron, abuchearon e incluso insultaron al escritor peruano. Comprensible, pero censurable.

A lo que iba: dio inicio a su intervención haciendo una reflexión sobre el protagonismo del terrorista en el mundo actual. En este mundo en el que la tecnología ha dotado a los ejércitos de unas armas terribles, y que durante la guerra fría encarnaron el miedo a una guerra total, pero también la seguridad de que el otro no se atrevería a apretar un botón que nos mandaría a todos a hacer gárgaras (la disuasión, decían), ahora que sólo queda una superpotencia que nadie puede enfrentar, el terrorista, dice Vargas Llosa, busca la reivindicación a través del terror, de la masacre indiscriminada de la población civil. Población que, se olvidó decir, representa un porcentaje de algo así como el 80% de las bajas en una guerra, aunque el ejército más moderno del mundo intervenga en ella. Vargas Llosa justificó su cambio de postura, de aquellas primeras columnas de opinión en que censuraba una intervención armada que se justificaba por la existencia de armas de destrucción masiva (aunque es posible que sí tuviesen pruebas, como indicaba Ferreres en un chiste gráfico en El Periódico de Catalunya: las facturas), por la visita que realizó a Bagdad, en la que asegura que los iraquís vivían recelosos de los ocupantes, pero tremendamente felices por haberse librado del dictador Sadam Huseín (un dictador, recordemos, puesto en el poder y apoyado por el gobierno estadounidense también por esas cuestiones geopolíticoeconómicas).

Quizá se olvidó hacer la siguiente reflexión, en la que tendría que haber aceptado la hipótesis de que el ejército estadounidense conocía perfectamente la capacidad militar del ejército iraquí: las Fuerzas Armadas estadounidense se dieron un paseo triunfal en poco más de un mes hasta alcanzar la capital iraquí. Evidentemente, un ejército mal equipado, por muy muyaidín que se sea (y en un país gobernado por un partido laico como es Baas, el porcentaje de muyaidines en sus filas no tenía que ser muy elevado), no se iba a encarar a tan poderosa maquinaria de guerra. Huyeron. Pero huir, ¿acaso implica rendirse? ¿No se les ocurrió pensar que soldados, partidarios y socios de Husein se ocultarían y se defenderían de la mejor manera posible para ellos?

La tecnología ha puesto en manos de los ejércitos las máquinas de matar más potentes, precisas, "humanas" y todo las llaman; pero también han puesto al alcance de la mano de civiles, potenciales guerrilleros, armas ligeras e igual de terribles, obuses fáciles de obtener, incluso la posibilidad de adquirir productos de "guerra sucia" (armas bacteriológicas o radiactivas). Y es mucho más fácil que una célula terrorista pase desapercibida para un ejército y sea más efectiva. El pitoste que se ha armado en la antigua Mesopotamia, independientemente de razones económicas o altruístas era completamente previsible. Ahora George W. Bush está empantanado en una guerra en la que ya ha muerto más de mil compatriotas suyos, amén de miles más de iraquís, decenas de secuestrados, aliados, y Julio Anguita Parrado y Xosé Couso. La solución, y en eso tanto Vargas Llosa como yo coincidimos, no va a ser nada fácil.

Seguiré analizando la conferencia en próximos artículos. Sed buenos. Y paz.

1 comentario

Juanma -

Totalmente de acuerdo.

La conferencia de Vargas Llosa tuvo dos contrapuntos que demuestran que se puede ser menos gilipollas y decir cosas igualmente argumentadas: Amós Oz (que desde el miércoles es mi héroe) y Joe Haldeman (que nos divirtió y espantó a todos con su visión de la guerra de Iraq).